lunes, 1 de abril de 2013

Cuestiones climáticas

Cuando uno decide irse a vivir a ciertos lugares del mundo, hay una serie de "daños colaterales" con los que cuenta de antemano. En el caso de Alemania, uno de ellos es el tiempo, como todos sabemos. El mal tiempo para ser más exactos.


Obviamente, los rigores del clima eran más que esperables. Sin embargo, no por eso son menos insufribles. Frío, nieve, lluvia, hielo, niebla, granizo, viento, nieve... (ya sé que he puesto nieve dos veces, pero es que llevamos nieve de cojones). Todas las modalidades de agentes meteorológicos habidos y por haber fijan su residencia estable sobre suelo germano durante gran parte del año. Sirva como dato que esta temporada empezó a nevar en octubre. Acabamos de estrenar abril y todavía no ha parado.

Más de CINCO putos meses interminables son los que llevamos de invierno y aún no se perciben indicios de su final. Se dice pronto, pero es ¡casi medio año! Eso desmonta la moral del más pintado. Hasta el mismísimo santo Job terminaría tirándose por la ventana tras meses observando a través de ella el mismo panorama desolador.

Aparte del frío y los elementos, la escasez de sol y horas de luz resulta profundamente deprimente. No es extraño pasar varios meses sin ver apenas al amigo Lorenzo. De hecho, el primer tímido rayo de 2013 no fue detectado hasta marzo. Gran parte de culpa la tiene un curioso fenómeno que podría bautizarse como "permanube" o "permaniebla", según se mire. Consiste en una densa capa de nubes (o niebla alta) que permanece estacionaria en el cielo durante semanas, frustando cualquier intento del astro rey por traspasarla.

Ya digo que el fenómeno me resulta llamativo, porque no son ni nubes ni niebla, sino una especie de híbrido. He visto nubes normales circular por debajo de ello, pero también levantarse la niebla mientras eso seguía ahí arriba cubriéndolo todo. Es digno de estudio. 

Sea lo que sea, combinado con la elevada humedad, va castigando lentamente la salud de tu organismo. Parece que uno envejece diez años por cada año pasado aquí. No por casualidad tenemos España plagada de pensionistas alemanes torrándose como condenados...

Como decía al principio, los duros inviernos son algo que preveía. Sin embargo, casi resultan aún más frustrantes los veranos. En invierno ya te esperas mal tiempo, pero lo que sucede en verano ya es la puntilla para tu maltrecha moral. En la zona en que vivo llega a hacer bastante calor algunos días de verano, sobre todo por el bochorno que la humedad provoca. La consecuencia es que hace mal tiempo hasta cuando hace buen tiempo. Es decir, si hace malo, pues hace malo. Pero si hace bueno, hace peor. El calor y la humedad provocan brutales tormentas día sí y día también. Si una mañana amanece soleada, más vale aprovecharla, porque pocas horas después caerá una tromba bestial que impedirá cualquier actividad al aire libre. No es que haya visto en mi vida muchas grandes tormentas, pero las más fuertes las he vivido aquí. Vientos huracanados acompañados por rayos, centellas y, si se tercia, granizos como puños.

Con todo este panorama, se comprende porqué los alemanes salen despendolados hacia parques y jardines en cuanto asoma un rayo de sol, haga la temperatura que haga. No hay muchas ocasiones de verlo a lo largo del año, así que desperdiciar una de ellas es un serio despilfarro. Y ya sabemos lo poco amigos que son de los despilfarros...

Así pues, he tenido que modificar drásticamente mi conducta frente al mal tiempo. En España solía cancelar algunas salidas cuando el tiempo no acompañaba. Hacer lo mismo aquí sería sinónimo de encerrarse en casa la mayor parte del año. Por tanto, me he habituado a mentalizarme, a pertrecharme hasta los dientes y a plantar cara a los elementos. Yo que no daba crédito al ver a esta gente correr e ir en bici contra viento y marea, me aventuro ahora con hielo, nieve y lo que haga falta.

Si es que ya lo dicen aquí: no existe el mal tiempo, sólo la ropa inadecuada.

5 comentarios:

  1. Haciendo referencia a las fases que has comentado en otras entradas (un realismo buenísimo), yo estoy en la fase en la que aunque sólo fuera por el clima me cogería un avión y me largaría. 5 meses aguantando nieve sin parar, temperaturas bajo cero y 4 días de tímido sol al mes. No puedo más y habrá quien diga que ese no es motivo para irse de un país pero si además llegaste con expectativas que no se cumplen, sin hablar el idioma, (por mucho que lo estudies es una ardua tarea que lleva años), y para estar al lado de un amor que no tiene futuro y a ratos se desinfla...
    No me arrepiento de la aventura, pero ha habido más decepciones que alegrías.

    Te sigo. I.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pienso como tú. Son motivos para irse, si uno no está a gusto con su vida, ya me dirás... Solo pasando por ello se puede juzgar. Yo he querido hacer lo mismo muchas veces, y acabaré haciéndolo cuando pueda. Aun así, es mejor arrepentirse solo de lo que NO se ha hecho. Todo lo que haces aporta algo a tu vida, incluso lo que sale mal, aunque al principio cueste muuuucho apreciarlo. Y ya que nos hemos metido en este lío, debemos hacer que nos compense. Trata de sobreponerte. ¡Lo que no te mata te hace más fuerte!

      Saludos

      P

      Eliminar
  2. Es 23 de agosto del 2013 y yo, señorita C. e inmigrante en Alemania, puedo decir y digo que.. TAMBIÉN HE FRACASADO (hace unas horas en concreto).
    P.D. Bien hecho, me he leído todas las entradas de una atacada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ánimo. Recuerda que el fracaso es un mal necesario en la vida. Saca el mejor aprendizaje posible del batacazo y aprovéchalo para levantarte con más fuerza.

      Saludos

      P

      Eliminar
  3. Aprender... eso siempre. Mal necesario al que hay que perderle el miedo.

    ¡Gracias!

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.